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Pensamientos de Lady Patricia, la Ninfa

 
 

En algún momento de 2015

 

Hoy me la he vuelto a pegar, oye. ¡Qué desastre soy, de verdad! Hasta se me han roto las medias. Y no me voy a quejar, que lo de hoy solo ha sido un tropiezo de nada, para las burradas que acostumbran a pasarme. Soy la reina de las tortas. Madre mía. Si tuviera que ponerme a hacer un recuento de las veces que he hecho el ridículo por culpa de un tortazo o situación penosa, estrambótica y, no vayamos a olvidarnos, divertida, la lista sería interminable, si es que no tengo remedio.

No hace falta que lo jures, flor. Eres lo más patoso que existe, Pat. Por Dios. Tienes historietas de caídas y momentos estelares para dar y vender, reina de los mares.

Lo sé, lo sé. Soy un desastre. A veces, por ir con prisas, otras, por pensar en distintas cosas o hacer varias a la vez y, muchas más, por torpe…

Me entra la risa, Lady, y es que tienes toda la razón. Entre Lex y tú, menudo par de empanadas, como diría ella. Pero tu amiga, la Energética, se choca contra farolas o árboles porque siempre va pensando en otras cosas, lo tuyo tiene mucho más delito, flor. Lo tuyo es torpeza y divina providencia…

¡Eso! Divina providencia o como lo quieras llamar, porque no nos podemos olvidar de todas las que me caen por la gracia de nuestro creador, sea quien sea, ya sabemos que Dios no existe, ¿eh?

Ya, ya… Eso lo sabemos desde hace muchísimo tiempo. Ahí fuera hay algo, seguro, pero un divino Señor que nos creo a todos a su imagen y semejanza y, encima, a las mujeres nos «parió» a partir de la costilla de un macho perfecto, como que no. Y eso de que por hacerle caso a una serpiente diabólica nos maldijo con dejarnos sin vivir en el reino de los paraísos y nos abandonó aquí en esta Tierra traicionera y llena de maldad para limpiarnos de nuestros pecados, como que tampoco. ¡Por Dios!

«Los príncipes azules no existen ni han existido jamás. También lo aprendí muy pronto. Aunque admito que hoy en día gozo de la compañía de un príncipe más que apuesto y encantador, que me arrulla día sí, día también»

 

¡Uy…! Pero si hemos dicho que Dios no existe. Pues eso, ¡Madre del amor hermoso! ¡Venga, ya!

Eso, flor. ¡Venga ya! Como lo de que sufrimos para vivir satisfacción y gloria en el cielo. O lo de que a los que Dios se lleva es porque ya han cumplido su misión en la Tierra.

¡Cállate! No sigas por ahí, que me enfado, coño... ¿Lo ves? Ya he soltado un taco. Y yo no digo palabrotas, ¡hombre ya!

No te enfades, Lady.

Me enfado. Sí, me enfado. El tema de Dios y su divina existencia para hacernos felices o enseñarnos lecciones de vida, me enciende soberbiamente, aunque hayan pasado siglos. Demasiado pronto supe que era todo una enorme farsa. Hoy no hay ninguna necesidad de alcanzar el mal humor, ¿no, Lady? Vamos a dejarlo.

De acuerdo. Cambiemos de tema. ¿Y aquello de que los príncipes azules son una creación de la imaginación de algunos y algunas?

Hoy parece que quieras crisparme, bonita, ¿o qué te pasa? Estaba pensando en mis tortas. Y sí, exacto. Los príncipes azules no existen ni han existido jamás. También lo aprendí muy pronto. Aunque admito que hoy en día gozo de la compañía de un príncipe más que apuesto y encantador, que me arrulla día sí, día también.

Sí. ¡Por fin!

Sin embargo, mi Profe, no solo tardó lo suyo en llegar a mi vida, sino que antes me topé con unos cuantos sapos. Así es la vida, ¿no?

Así es la vida. Sí, Pat. Ahora no puedes quejarte, estás en un momento tan dulce que parece que vivas en un cuento de esos que siempre dices que son bobadas encandiladoras de niñas. Tú, flor, la romántica del aquelarre. La más flor de todas. Jamás has creído en cuentos de princesas.

Porque no creo en las mentiras y en lo que nos hacen tragar muchos cuentos, pero no por eso debo abandonar el romanticismo. Los cuentos pueden ser increíbles. Me encantan. Pero hay cuentos y cuentos... Yo soy más de Dorothy, Alicia o Momo. No me lo digas, ya sé que eso son novelas. Siempre me gustaron los elfos, las hadas y los bosques misteriosos, más que los castillos, los príncipes y las princesas, románticos, sí, pero muy de mentira todos, por lo menos los de mi época de infancia. Por no hablar de que nunca me creí eso de «búscate un príncipe, y vivieron felices y comieron perdices». Compartí mi existencia durante demasiado tiempo con Lady Tremaine como para saber que no quería que me salvara un príncipe, lo sabes de sobra. Pero nada de ello me ha alejado nunca de mi esencia romántica. Sí, me muero por unos mimos, los detalles dulces me enamoran. Las baladas me encandilan, las cenas a la luz de las velas me derriten, esa clase de cosas me gustan. Sí. Pero siempre tocando de pies en el suelo.

 

«Es verdad. Soy muy madre. No lo puedo remediar. Me gusta cuidar de los míos, ¿qué le voy a hacer? Y de los no tan míos. Soy así»

Claro que sí, Lady. Cada una con su gusto. Tímida, modosita, dulce, romántica, pero no pava, mojigata o cursi, ni mucho menos tonta, como más de uno se ha creído a lo largo de tu vida.

Más de uno, sí. Más de uno… Es la historia de mi vida. La gente se deja llevar demasiado por lo que ve, en lugar de conocer a las personas.

Sí, cierto… Y es que, además, eres muy madre, a veces, demasiado, ¿eh, Lady?

¡Oye…!

¿Qué? ¿Me vas a decir que no? Eres la mami de tus hijos, la madre del aquelarre y le has hecho de madre a más de un hombre inmaduro, no lo puedes evitar, Pat, tienes alma de madre. Siempre estás en todo, cuidando de todos, pensando en todo el mundo. Por lo menos, ahora te dedicas algo más a ti misma.

Está bien. Me cachis, tienes razón. Es verdad. Soy muy madre. No lo puedo remediar. Me gusta cuidar de los míos, ¿qué le voy a hacer? Y de los no tan míos. Soy así. Suelo pensar en los demás. ¡Ostras, a veces demasiado, sí! Pero también me gusta mucho que me cuiden. Sentirme arropada. Las Ladies han sido mi cojín, mi apoyo y mi consuelo. Han sido mi hogar. Suerte he tenido de ellas. Son mi familia.

Sois el aquelarre de Malas Brujas Buenas, flor. No se consigue algo así por arte de magia, y tampoco se mantiene sin muchas ganas, amor y esfuerzo. Enfados, reconciliaciones. Risas y llantos.

¡Y que lo digas! Hemos vivido tantas cosas en todos estos años. A veces me entra la nostalgia. Ahora estamos todas tan atareadas, me cachis, cuesta más verse. Echo de menos a Lex. Viene poquísimo al pueblo. Tiene mucho trabajo y muy poca ayuda con los niños. Ya sé que no está tan lejos pero no la tengo a mano y mi Lady Energética me ayuda a descargarme, ella me detecta y me suelto.

Alexia no está tan lejos, Pat. Habláis por teléfono a menudo. No es lo mismo, lo sé, pero sigue estando ahí. Como todas las demás.

Sí, ya lo sé. Pero la echo de menos. Las echo de menos a todas, si soy sincera.

«Le di oportunidad de enmendar el desastre y ni así, Lady, ni en el segundo intento me desvirgó. ¡Por favor! Aquello no fue poca habilidad, fue una picha de la medida de un rulo y ansia, mucha, mucha ansia, ¿o es que no te acuerdas?»

 
 

Mi Vikinga, Lo, me empuja siempre hacia todos los precipicios. No es que ahora tenga muchos precipicios delante pero me gusta tener su garra cerca. No hace más que viajar, hoy Frankfurt, mañana Londres, la semana siguiente Barcelona, y te llama con un: «venga, darlings, nos vemos un ratito que me voy mañana, cojones»... Y todas a correr, claro.

Paula, últimamente ni respira, la tengo al lado y nos vemos más a menudo pero tiene muchísimo trabajo, su tiempo vale oro, chica. Sus opiniones lógicas y sin rodeos siempre me ayudan. La veo muy agobiada, pobrecilla.

Y Bet, otra que tal, no para con su artista de aquí para allá. Hay épocas que se mueven más por aquí y momentos en los que viajan sin parar. Si pasa una semana al mes aquí ya es mucho. También echo de menos su gancho embrujador con el que soy incapaz de negarle nada y nuestras charlas profundas.

Os habéis hecho Ladies más que adultas, flor. Y, como casi todas las mujeres de vuestra edad, vais como cohetes. Pero os seguís viendo, vuestra unión no muere y no podéis vivir las unas sin las otras. Déjate de tonterías. Eso es lo más importante.

Es cierto. Pero, oye, ¿cuándo no he ido yo con como un cohete? Y, si soy sincera, creo que ahora, con todo lo que tengo encima, es cuando mejor atendida me siento.

No lo dudes, Lady. Ahora tienes mucho trabajo pero no vives con un hombre que parece tu hijo, vives con un hombre maduro, que te quiere, te respeta y, encima, te mima, cambiando las tortas, por fin. El Profe es un Gentleman.

Uy, sí… Un Gentleman, de los de verdad…

Estoy fatal, oye... Empiezo a divagar y me voy por mil caminos. ¿No estaba hablando de mis tortas y de mis situaciones patéticas?

Cierto, Lady. Se te va la olla, como diría tu querida Alexia.

Sí. Se me va. ¿Situaciones patéticas? ¡Madre mía! ¿Hablamos de mi desvirgamiento? Porque, vamos, que te desvirgue un chico con una picha tamaño Flacón de 50, palabras textuales de mi Lady Científica, Paula, y encima se crea que su herramienta es una maravilla, tanto como sus movimientos torpes, pues no es desvirgamiento, oye, ¡no lo es!

No me hagas reír, flor. Sabemos muy bien que no hubo desvirgamiento en tu primera vez. Menuda decepción te llevaste.

¿Decepción? ¡Por favor! No me lo recuerdes. ¡Aquello fue un chasco en toda regla!

Eres una exagerada. La primera vez suele ser decepcionante para casi todo el mundo, Pat. En general, los adolescentes son torpes, inexpertos, poco hábiles en sus movimientos.

¡¿Pero qué dices de primera vez?! Le di oportunidad de enmendar el desastre y ni así, Lady, ni en el segundo intento me desvirgó. ¡Por favor! Aquello no fue poca habilidad, fue una picha de la medida de un rulo y ansia, mucha, mucha ansia, ¿o es que no te acuerdas? Porque Óscar, las cosas como son, sólo quería desvirgarme, el muy bruto, y mira por dónde, tan chulito él, resultó que su rulo no llegaba ni a eso, era del tamaño de un bigudí de permanente, ¡madre de Dios! Si es que, como digo, menudas cosas me pasan, todos los desastres me tocan a mí.

Muchos, Lady, muchos, muchos desastres. Olvida ya tu desvirgamiento y céntrate en las tortas, anda.

Las tortas. Sí... No voy a negar que mis tortazos son divertidísimos, soy experta en batacazos, muchos de los cuales me han aportado hasta conocer a personas importantes en mi vida.

Patricia, flor, ¿importantes? Has conocido a cada espécimen gracias a tus tortas. Sobre todo de fiesta, guapa. Importante: Nacho. Y vamos a dejarlo en importante en un momento dado de tu vida, ¿eh?

Vale, vale… Ostras, te doy la razón. Nacho. Y alguno o alguna más habrá. Porque ayudarme... Juro por mi vida que me han tenido que ayudar unas… ¿ocho mil veces?

Qué bruta eres, nena… Pero sí, señora, eres Pat, la patosa. ¡Pato!

Cállate. No seas mala. Eso solo lo digo yo... Me he caído de tarimas de discotecas unas cuantas veces, así, por arte de magia, Pat desapareció, ¡adiós…! Me he chocado contra personas otras tantas, pero no un golpecito, no, un golpetazo, de esos en los que colisionan cráneo contra ceja o nariz, ¡ahhhh! Me he tropezado con cualquier objeto mal colocado, no divisado o, en su sitio pero con el pensamiento en Marte o la mala suerte de ir a chocarme contra él. Me he quedado medio desnuda en plena calle de la ciudad con la pierna en carne viva por culpa de una falda y una moto. Mejor ni lo cuento. ¡Madre mía! Aquel día por poco me muero. ¿Se puede tener más mala suerte? Se me han roto los tacones andando por la acera no sabría decir cuantas veces, a mí, que llevo unos taconcitos de nada. Me he quedado atrapada en el rellano de mi escalera, por culpa de un tacón, valga la redundancia. He vomitado fluidos de todo tipo dentro y fuera de coches, y, entre otras situaciones, justo cuando un chico apuesto y dispuesto estaba a punto de besarme. Soy lo peor, de verdad. ¡Ah! Y, entre mis varios desvaríos, he visto hombrecillos de color azul puesta de éxtasis, no vayamos a olvidarnos de mis peripecias psicotrópicas.

Ya vale, ¿no, flor? Ya sabemos que te han pasado todo tipo de absurdeces, Pat. No tienes remedio.

Lo sé. Y me siguen pasando. Como he dicho antes, soy la reina de las tortas y las situaciones patéticas. Yo soy así, ¿qué le voy a hacer? Con la cabeza tan bien puesta pero, a veces, no sé ni dónde la tengo. Ciertamente, no tengo remedio.


 
 

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