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Pensamientos de Lady Elisabet, la Pija

 
 

En algún momento de 2015

Al final llegaré tarde. No se puede apretar tanto la agenda, ¡no se puede, Lady! Tengo que estar en la exposición dentro de dos horas, o sea, ¡por favor, qué estrés! Hemos aterrizado hace apenas una hora. Desde el aeropuerto, hemos cogido un taxi hasta el local, donde habíamos dejado el coche antes de irnos. Él se ha quedado allí para ultimar algunos detalles. Acabo de llegar a casa cargada de maletas, bolsas y paquetes, no puedo con mi alma.

Jolín, Bet. Es que eres una exagerada. ¿Necesitabas todo lo que has comprado?

No para hoy. Pero sí para otras ocasiones. Vuelvo con cosas muy divinas, todo hay que decirlo, para lo que pueda surgir... Que no... Que no he podido resistirme, o sea, ¿cómo iba a resistirme? ¡Acabo de volver de París! ¡Menuda maravilla! Me volví loca en las boutiques de la Avenue Montaigne y en el barrio Saint-Germain-des-Prés. Mi nuevo modelito de esta noche es para caerse de culo. O sea, sí, ¡de culo!

De culo, exacto. Marcando bien ese trasero que tienes, nena. Menuda figura te hace el vestido, Lady, o sea… Como bien dices, para caerse de culo.

Sí. Me encanta. Me encanta y me requete encanta. Esta noche mi artista se va a quedar con la boca abierta cuando me vea. Porque no lo ha visto. Me fui yo solita de compras. Él estaba cansado de tanto trabajo y gente alrededor. Necesitaba estar tranquilo, solo y a sus anchas, así que yo no iba a dejar escapar mi oportunidad para comprarme unos cuantos modelitos de lo más fashion y, de paso, uno para darle una sorpresa esta noche.

Disfruté de una tarde fabulosa entre escaparates acristalados habitados por maniquíes vestidos con prendas de alta costura exquisitas, y paseándome por edificios de hasta cinco y seis plantas, cuya iluminación deslumbra desde la distancia, provistos de probadores más que espaciosos guarnecidos con diversos espejos gigantes, sofás o sillones.

Pero allí solo pasé una parte de mi día libre, no recorrí el más de medio kilómetro de longitud de una de las calles más lujosas de París, sino que solo pisé ciertos metros situados en puntos muy concretos. Deleité mi vista y en aquella zona me compré el vestido y poco más. Mi bolsillo me permite ciertos gastos pero tampoco soy mi querida Vanessa Paradis, o sea, ya quisiera una. No soy ninguna estrella de las revistas de famoseo, ni una mujer de clase alta, ni siquiera de la burguesía. A pesar de que no me puedo quejar lo más mínimo de mi nivel de vida, no soy una celebrity, ni estoy forradísima, por mucho que me llamen la Pija. Para mí, la antigua calle de las viudas es estilo, elegancia, puro glamur. Siempre vale la pena darse un paseo aunque sea cortito.

Qué razón tienes, Lady, aunque sea para observar unos cuántos escaparates.

No tuve ni que llevarme los paquetes, estas boutiques te los envían a donde tú quieras. Así que los envié directos hacia el hotel donde nos alojábamos, con una nota expresa que decía: “Ni lo mires, ni lo toques. O te mato. Espero que estés disfrutando de tu descanso. Te adoro, mi artista”.

Luego, aproveché para sumergirme un rato en mis pensamientos trasladándome a Saint-Germain-des-Prés, mi barrio favorito. Primero, me detuve en el mítico Café de flore. Mientras proveía a mi estómago con algo de comer, hice algunas llamadas, revisé mi agenda y gocé de aquel rincón mágico en el cual, a pesar de que actualmente no es lo que fue en sus momentos más álgidos e históricos, me acarició la sensación de que en alguna de aquellas esquinas se sentaron personas inmortales como Jean-Paul Sartre, Simon de Beuvoir, Picasso o Jim Morrison, entre muchos otros. Después, me paseé por las calles y las boutiques que hoy en día pueblan este distrito. Allí me compre prendas menos lujosas que no hicieron descender mi cuenta bancaria tantos números, aunque lo que se encuentra por aquellas callejuelas, tampoco son tiendas de Mango o Zara, todo hay que decirlo. Y para finalizar mi día a solas, di un largo paseo por las cuantiosas galerías de arte con las que te obsequia la zona que más me gusta de París.

Dios, Bet, sí, el día fue fabuloso, pero cuánto te enrollas, cielo. París no te gusta nada de nada. Espabila, o vas a llegar tarde. Tu artista te espera un poco antes para terminar de arreglarse. Aunque se duche allí, tienes que llevarle la ropa y los complementos. También estará en la exposición, ¿lo recuerdas? Se exponen algunas de sus obras. Y tienes que hacer un montón de cosas antes de que empiece el evento.

Qué lista. O sea… Ya lo sé, Lady. Tengo que organizarme… ¡Organización, ya! O me va a pillar el tren.

Eso, vamos, organízate. Coloca todas las nuevas prendas en el vestidor y rapidito, que no tienes todo el día.

Voy, voy… Antes tengo que ducharme.

¡Acelera un poco el paso, Lady!

Ya está, ya me he duchado y embadurnado de crema hidratante.

Encájate el nuevo Versace, vamos, me muero por vértelo puesto otra vez. Parecías una estrella de cine. Y hoy vas a ir conjuntada con los nuevos Louboutin, el bolso y los complementos que quieras. Nena… ¡no pierdas ni un segundo más!

Voy. O sea. Voy…

Me pongo el vestido. No puedo sentirme mejor cocinada: el tono plateado es llamativo, engañosamente sobrio, podría decirse; el largo casi arrastra por detrás; la delantera, en cambio, deja al descubierto las sandalias de tacón del mismo color, de suela roja, cómo no. El escote y la espalda desnuda dan calor al conjunto metálico, ayudadas por las franjas transparentes —¡por favor! ¡Las franjas transparentes!— que parecen haber sido diseñadas por un hombre hambriento. Una de ellas, describe un tajo dorado desde el costado derecho a la ingle, regalando de paso un ombligo sonriente; otra recorre el muslo izquierdo, y una más sigue de cerca a esta última. La comida está servida, y nadie echará de menos los cubiertos.

Verdaderamente es divino. ¡Dios, Bet! ¡Estás…! ¡No tengo palabras!

Es divino, divino, sí. O sea… No hay más que decir.

Este vestido descubre esa figura de cuadro que te regaló el Universo, como siempre dice Alexia.

¡Ay, sí! Menuda obsesión tiene Lex con decir que mi cuerpo es de cuadro. Desde que éramos unas adolescentes siempre me dice que tengo una silueta digna de dibujar.

¡Y es cierto, Lady! Por eso más de uno y una la ha dibujado.

Está bien, mis curvas merecen algunas ilustraciones. De hecho, me han dibujado unas cuantas veces. Paula, quien está dotada de una mano tan extraordinaria como su cerebro, también opina lo mismo que Alexia. Pero lo de Lex es obsesión. Le encanta la forma de mi cuerpo.

¡Y la de tu culo, nena!

Es verdad. O sea, Lex dice que mi figura vista desde atrás, mientras camino, es puro deleite para la vista. Adora mis caderas y mi culo. Yo le digo que es una exagerada, claro. No negaré que están bien pero tampoco es para tanto. Además, ahora ya no estoy tan bien hecha, los años van pasando.

Déjate de tonterías, nena. Estás divina. Por mucho que vayan pasando los años.

Mi trasero sigue siendo mi trasero, no lo voy a negar. Y además, mi punto débil.

¿Tu punto débil, Lady? ¡Es tu perdición!

Pues sí, jolín... Lo es. Y no solo las nalgas, como bien sabemos.

Lo sabemos, lo sabemos. O sea, mi querida Lady, «reina de las enculadas», te requete encanta el sexo anal, lo disfrutas desde que lo probaste, y bastante joven, todo hay que decirlo.

Sí, sí y sí. Me gusta el sexo anal casi más que el vaginal. Me vuelvo loca. Y eso para un tío es el paraíso. Yo no sé qué les pasa a casi todos los hombres con meterla por el ano, o sea, les pone a mil por hora y alucino en colores con lo que disfrutan, lo juro.

Perdona. ¡Alucinas en colores con lo que disfrutas tú, querida!

Vale. Vale… Lo reconozco. Alucino, me provoca mucha excitación y un placer glorioso.

Probé el sexo anal joven. Como bien sabemos, no fue con Iván, mi ex, sino con uno de mis rollitos de antes de casarme. Solo puedo decir que vi las estrellas, lo juro, lo juro. O sea, que me tocaran el ano y me metieran los dedos era algo que me ponía a cien y siempre me preguntaba cómo debía de ser el sexo anal, si tanto placer sentía con un par de dedos.

Y lo probaste. Todavía lo recuerdo. Menuda experiencia, Lady. La confianza que tenías con Isaac, por muy joven que fueras, o sea… Hizo que te lanzaras a la experimentación, aunque no tuvierais una relación de novios.

¡Jolín, me lancé sin pestañear! El tiempo que estuve enrollada con Isaac aproveché para experimentar. Él era una fiera y yo estaba en una época de explosión. Y como bien dices, a pesar de la juventud, había mucha confianza. Isaac tampoco tenía experiencia en penetración anal, así que la descubrimos juntos. Y a partir de aquel momento se convirtió en algo vital en mi vida sexual. Recuerdo a la perfección la primera vez que lo intentamos.

Que me entra la risa, Lady. Fuisteis a comprar un dildo para probar primero algo más grueso que los dedos y no tan ancho como la picha de Isaac, quien no la tenía nada delgada, todo hay que decirlo.

Ostras, sí. O sea… No creí que aquello fuera a entrar dentro de mi orificio trasero, jamás de los jamases.

¡Pero entró! Y te inundó un placer titánico, como tanto te gusta decir.

Vaya, si entró. No a la primera pero al final entró enterita. Y sí, el placer es titánico. Celestial y endemoniado.

El sexo anal a muchas mujeres les da miedo o respeto. Duele. No voy a negarlo. Pero es un dolor gustoso que termina por irse, superado por el placer y la excitación. Como diría la bruta de Lorena, «el culo hay que petarlo» y le doy la razón, claro, eso lo aprendí enseguida, pero yo digo «desvirgar», ¿eh?

Y lo que aprendí después es que la medida importa. Claro que importa.

Si tu ano es virgen, debe hacerse poco a poco, más que con la vagina, si cabe, porque el dolor es más intenso y te entran ganas de hacer caca, las cosas como son, además, la dilatación es distinta, si te gusta, como me pasó a mí, mucho lubricante y a practicar hasta que se consigue entrarla entera. Tiene su proceso, pero se logra y, cuando ocurre, el placer es inmenso, tanto para la mujer como para el hombre. A mí no me costó demasiado.

De todas las Ladies fuiste la primera en probarlo.

Es verdad. Qué risas nos echamos hablando del tema…

Jolín, mis Ladies… Tengo unas ganas de verlas. Llevamos una época de puro estrés, no paramos. Y a mis chicas las he visto poco. A pesar de que hablamos a menudo se echa de menos el día a día con ellas. Lorena siempre está de un sitio para otro. La verdad es que ya está un poco harta. Hace poco me dijo que era hora ve volver a casa. No sé cuántos años lleva fuera, por lo menos cinco. Sí, ya es hora. A Paula le ha cambiado la vida por completo, está muy contenta pero sus horarios ahora son mucho más estresantes. Le va tan bien como se merece, después de tanto trabajo y sacrificio, mi científica está donde debe estar. Y la tía todavía tiene momentos para sus historias artísticas, alucino en colores. Y es que Paula, tan científica ella, es una artistaza. Patricia, mi bella flor, ha conseguido delegar algo de su trabajo, Leire le salva la vida en muchos momentos, como debe ser, que tenemos una edad. Las niñas, adolescentes ya, hacen su vida y el enano… El enano es quien ocupa la mayor parte de su tiempo, lo está disfrutando. Alexia está en uno de sus mejores momentos como persona y fatal por culpa de su situación. Qué mal me sabe verla así, la impotencia la mata, o sea, no es justo nada de lo que le ha pasado. Hace tiempo que sufre, está pachucha pero nuestra lady energética aguanta lo que le echen, sé que se repondrá. A todas nos falta tiempo. Pero el aquelarre no muere. Hoy, además de la exposición de mi artista, tenemos velada Ladies, aunque la de esta noche será acompañada de nuestros Gentlemen. ¡Me muero por verlas a todas!

¡Sí, te mueres! Pero estabas hablando de sexo anal, Lady, se te va la mente a otro lado, cielo.

Es verdad. O sea, ¿qué decía? Ah, sí, que fui la primera de las Ladies en probar el sexo anal y, evidentemente, se lo conté a mis amigas con toda clase de detalles.

La Pija hablando de sexo por el ano.

Sí, señora… Los pijos también fornican por el ano, oye. Y es que soy la pija del grupo pero en realidad nunca he sido tan pija.

¿Cómo dices? ¿Que nunca has sido tan pija? ¿Te has escuchado bien? ¿Te acuerdas de Iván, de su familia y de todo su mundo de cartón? ¿Te acuerdas de en quién te transformaste?

De acuerdo, está bien… O sea, sí. El mundo de mi ex era puro pijerío, falsedad, materialismo y en él abundaban las malas personas. Viví una vida de mentira durante un tiempo. Sí. Y me convertí en una pija en toda regla, encima, de las ñoñas. Pero no quiero pensar en todo aquello, o sea, lo mío me costó pasar página.

Verdad verdadera. Dejemos el tema ahora mismo, Lady.

Sí. Ahora mismo. Lo que quería decir es que, aunque hoy en día me muevo entre mucho glamur, el apodo de La Pija me lo pusieron las Ladies porque al lado de ellas, que eran unas callejeras de pueblo en nuestra época de juventud, yo parecía Chabeli pero con la melena rubia, claro. Yo rubia hasta que me muera. Cuando llegué al instituto del pueblo, con mis formas y mi aspecto de niña bien, casi toda la clase sabía que venía de uno de los colegios privados de nuestro municipio y los prejuicios y las tonterías de la adolescencia hicieron que las cosas fueran un poco difíciles. Madre mía, lo mío me costó hacerme un sitio. Mucha gente me sonaba de vista, de la calle, pero por aquel entonces yo no me movía demasiado por mi sitio natal, ni tenía muchos amigos allí. Los hice gracias a las Ladies, gracias a que ellas me acogieran dentro de su aquelarre, y no lo hicieron de inicio, pero terminaron adoptándome, hasta me cambiaron el nombre de Eli a Bet. Fue entonces cuando aprendí lo que era la verdadera amistad.

Y que lo digas, Lady. Con lo perdida que estabas; enfadada con tus padres por cambiarte de colegio, desubicada en el instituto y para colmo lo que te pasó después con tus supuestas amigas…

Sí. Sé que en aquel momento me costó de aceptar. Viví situaciones desagradables, cosas de adolescentes inmaduros, pero como dice el dicho: «no hay mal que por bien no venga» y, desde luego, en mi caso lo mejor que pudo pasarme fue convertirme en la Pija.

La Pija que hablaba y hablaba de sexo por el ano con sus chicas porque con ellas podía hablar de cualquier cosa sin que la juzgaran. Te has vuelto a ir a no sé dónde, Lady. ¿Qué decías?

Que fui la primera en probarlo… O sea… El sexo anal.

Hoy en día, Lorena también es experta y le gusta mucho. No lo practica con cualquiera pero cuando tiene un amante o lo que sea lo que tiene mi Vikinga, suele hacerlo. A Lex le pone muchísimo, se excita que se muere pero la picha de su Gentleman no le entra entera y todavía, después de mil años, siguen intentándolo. Siempre dice que lo conseguirán. Van avanzando, todo hay que decirlo, a pesar de no entrarle toda, dice que disfruta. Paula jamás lo ha conseguido, aunque como afirma ella, no ha practicado demasiado. Pasa bastante del tema. Mejor dicho, no le gusta. Y Pat, madre mía, o sea, Patricia todavía en la actualidad está en proceso de probar los juguetes, pero hace un tiempo descubrió que el culo era algo maravilloso. El príncipe que la acompaña la hace experimentar, y ya es mucho, entre lo cortada que es mi flor, más lo que le pasó, le ha costado lo suyo a la pobre.

Yo mejor no hablo de lo que viví, no quiero ni pensarlo, a estas alturas casi ni me acuerdo del cerdo de mi ex, no fue fácil olvidar y creo que nunca conseguiré borrar de mi mente aquella noche que lo cambió todo.

Anda, Bet, no te estropees el momento tú solita, hemos dicho que no ibas a pensar en el malnacido de Iván.

Es verdad. Estaba hablando de sexo anal. Y precisamente con él, no lo disfruté demasiado. Qué egoísta era Iván. Qué animal. Qué manipulador…

¡Basta, Lady!

Basta… Iván, out, out, o sea, fuera, fuera ahora mismo de mi mente.

Sexo anal. Vuelve a asaltar mis neuronas, vamos… Eso es… Con mi artista es divino. Con él, el sexo siempre ha sido muy experimental. Además, desde el primero hasta el último polvo, la pasión, el amor y la complicidad nos han envuelto como una sábana arrulladora. Y como no podía ser de otra manera, o sea, el trasero de una servidora siempre es el gran majar de mi querido compañero.

¡Ay, tu artista, Bet! ¿Quién te lo iba a decir?

Lo sé. Vivo loca de amor por él. Loca como una adolescente. Maravillada con su arte, que nunca deja de asombrarme. Entregada al placer de sus caricias, de sus labios, de sus manos y de todo él. Me pongo tonta…

Estás para comerte y saborearte de pies a cabeza. Por favor, Lady, ¿tú te has visto bien? La naturalidad del maquillaje es tan seductora como el vestido, la sombra oscura destaca tus ojos felinos en el rostro claro, y las sutiles pinceladas de colorete rosado remarcan los pomulos sólo lo justo. Pat estará orgullosa de ti. Te has maquillado muy bien. Se nota que tienes una buena maestra. Y los diminutos brillantes en forma de pequeña espiral de tres vueltas que descienden desde el lóbulo de las orejas son un discreto complemento perfecto. Recógete la melena rubia, venga. O sea… Esa espalda descubierta debe verse.

Sí. Mejor un recogido. Verdaderamente, la espalda es espectacular.

¡Y tu culo, Lady! Tu silueta entera, Bet. Este cuerpo de mujer lleno de curvas.

Vale. Ya estoy lista… Vestida, calzada, enjoyada, peinada y maquillada. ¿Qué me falta?

Jolín, ya voy tarde. Mi artista me va a matar en lugar de alucinar con mi modelito.

Venga, cielo, haz el favor irte de una vez. Coge las cosas para él, el abrigo y el bolso, y vete ya porque tu querido artista, en lugar de darte un beso te va a lanzar las tijeras desde la otra punta de la sala.

Es verdad. O sea… Voy tarde... Pero… ¡Dios, estoy divina!


 
 

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